Ayer por la tarde pasé de tener la piel blancuja, a tenerla de color verde lechuga.
Eran las 6.30 de la tarde y noté que un calor seco y quemador se apoderaba de mí desde los pies hasta la cabeza, y que a su paso por la boca, se escapaba en forma de llama.
No estaba sola, en el recinto seríamos unas 35 personas aproximadamente, la mayoría mujeres treintañeras, alguna sexagenaria y niños. Había muchos niños.
Nadie apreció la transformación, nadie observó el cambio de color en mi piel, ni en mis ojos, que pasaron a ser de color rojo, ensangrentados, ni e mis dientes, que de pronto se afilaron y me pedían carne para morder.
Ayer por la tarde, a eso de las 6.30, un nene (de 4 años) le dijo al mío (de 2) TU NO JUEGAS
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